JIMMY RANGEL QUIERE ASUSTARTE
Desde Bogotá llega hoy y mañana al Centro Condeduque, de Madrid, ‘Olvido’, propuesta de danza de terror, que se presenta en la recta final de Los Veranos de la Villa, de Madrid. Su autor nos lo ha contado…
Texto_OMAR KHAN Fotos_FELIPE ARENAS / NICOLÁS WILLIAMSON
Madrid, 25 de agosto de 2023
En el cine y la literatura el terror supone superventas. Pero parece difícil asustar desde la danza, siempre más intensa que terrorífica. En Europa, el mejor intento lo tenemos en la compañía belga Peeping Tom y, como descubriremos esta noche (y mañana), en el Centro Cultural Condeduque por cortesía del Festival Veranos de la Villa, de Madrid, en Latinoamérica está Jimmy Rangel, que estrena en nuestro país Olvido, creada a partir de Agatha Christie con su compañía de Bogotá.
Pero el que vaya que no busque diez negritos, cadáveres por el Nilo o en el Orient Express, porque, como advierte el creador colombiano, Agatha Christie ha sido solamente un punto de partida para investigar y ahondar en dos líneas. Por un lado, cómo llevar la sensación de miedo y suspense a los códigos del teatro físico y la danza, y por otro, traspasar la tecnología teatral de las grandes mega-producciones a un formato más pequeño.
“La investigación que me ha movido es una reflexión sobre lo profundo del poder de la mente”, nos explica Rangel, que también es intérprete en su pieza, “hasta dónde puedes llegar en la crisis del dolor o en la euforia de la alegría, y cómo puedes articular una narrativa que conduzca al espectador a un viaje, que lo lleve a ese vacío de la mente cuando estás aterrorizado y te cuesta entender lo que está pasando”.
En el panorama escénico de Bogotá, la compañía de Jimmy Rangel se mueve generalmente en el de las grandes producciones. Suya es la autoría de una reciente adaptación de Woyzeck, la célebre obra de Georg Büchner, que desplegó en un escenario enorme a un elenco descomunal y una tecnología teatral de primera línea. Pero fue un encargo del Teatro Colón, de Bogotá.
“En Colombia se vive mucho de los encargos, que te dan temas puntuales a desarrollar”, nos explica. “Así monté Woyzeck, la puesta en escena más grande que he hecho, pero de allí surgió Olvido, que aunque es también un encargo, se trata de una apuesta más personal. Parece contraria en cuanto a tamaño de la producción pero se trata justamente de una investigación en la que estoy tratando de utilizar los recursos tecnológicos de la obra de gran formato en producciones pequeñas”.
Una mansión encantada
La idea la ha venido desarrollando con Teatro del Juguete, liderada por los mismos que le acompañan en la dirección artística y creación de efectos de estas grandes producciones de encargo. Cuando el Teatro de La Maldita Vanidad le comisionó una obra sobre Agatha Christie, él rápidamente vio una oportunidad. “Quisimos zafarnos de sus textos y literatura para centrarnos en cómo narrar desde el terror y el misterio. Para ello creamos la historia de amor de una pareja que intenta olvidarse pero no puede. Se lo impide la casa en la que están encerrados, un dispositivo escénico donde ocurren cosas fantásticas como desapariciones o apariciones. En el proceso surgió primero el dispositivo antes que la narrativa. Diseñamos una casa en la que pudieran desparecer cosas o que pudiera inundarse de agua”.
Creada durante el momento álgido del confinamiento y la pandemia, la producción obligó al equipo a encerrarse a trabajar en una casa no demasiado distinta a la que estaban recreando. Tenían claro que estaban haciendo algo inédito, que los alejaba del teatro que ha venido imperando en Colombia. “Venimos de una tradición en la que el teatro se ha ocupado casi en exclusiva de contar la complicada situación política y social que arrastra el país desde los años setenta, y ya somos varios los que tratamos de desprendernos de ese eje, intentando narrar desde otros lugares”.
Jimmy Rangel es optimista en cuanto a la situación de las artes escénicas en su ciudad, lo que no implica que desconozca sus limitaciones y precariedad. “Bogotá está en uno de sus mejores momentos en cuanto a la creación. Hay mucha pasión y los artistas han empezado a madurar sus preguntas, hay investigación en la dramaturgia y avanzamos en la interpretación. Es cierto que no tenemos los recursos amplios para producir, estamos en el tercer mundo, donde los gobiernos y el sistema son débiles, pero puede haber noches en Bogotá en la que hay una oferta de hasta cuarenta espectáculos. La programación es constante, hay festivales de danza, teatro o performance, pero esto no quiere decir que no tengamos problemas”.
En lo personal, se declara animal escénico. “Empecé en el teatro a los nueve años y la inquietud por la creación ha venido de forma natural. Haber estudiado en Londres ha hecho que mis referencias estén más en Europa y aunque no es el caso de Olvido, en mi trabajo se puede rastrear la influencia de [el director escénico esloveno] Tomaž Pandur y su lenguaje hiper expresionista. Lo más sensato creo que es llamar teatro físico a lo que hago. Es el lugar que habito y exploro, el que me define”, concluye.
