INTENSIDAD INFERNAL
El Festival de Itálica convirtió su teatro romano en un infierno con el estreno anoche de ‘Averno’, la nueva creación de Marcat Dance. Allí estuvimos, así lo vivimos…
Texto_OMAR KHAN Fotos_LOLO VASCO*
Sevilla, 12 de julio de 2023
El Teatro Romano de Itálica, en Santiponce, al lado de Sevilla, se hizo anoche cómplice y partícipe del equipo de la compañía de Jaén, Marcat Dance, en el estreno de Averno, la nueva y enérgica creación de su director Mario Bermúdez, quien inspirado en el descenso a los infiernos de Dante y toda su simbología, encajó perfectamente en este evocador espacio, el principal escenario del Festival de Itálica, ya en la recta final de su edición 2023, que clausura el próximo sábado 15 con la desgarradora Carnación, del tándem insólito Rocío Molina - Niño de Elche.
Obstinada y extenuante para sus siete bailarines, incluidos Bermúdez y la expresiva intérprete norteamericana Catherine Coury, con quien lleva las riendas de Marcat Dance, la eficacia de Averno depende en buena medida de la capacidad de resistencia física de su equipo internacional de bailarines, que lució no solamente compacto y capaz sino también comprometido con las pálpitos oscuros y esa atmósfera sombría e inquietante, magnificada por la música omnipresente e insistente, moderna, ritual y tribal a un tiempo, de José Pablo Polo.
Son estas sonoridades las que parecen empujar con furia e inclemencia a los bailarines hacia su destino, esa ninguna parte a la que llegan -derrotados, rotos y semidesnudos-, en un desenlace poco optimista y para nada complaciente, con ese avance lento hacia una oscuridad enigmática.
La mayor parte del tiempo, los bailarines permanecen comprimidos en masa y del conjunto se van desprendiendo solos, duetos o tríos de una energía apabullante, hasta volver a ser absorbidos por el todo, que escenifica una vorágine permanente en siete ciclos, planteados como un viaje en circular, una espiral infernal de danza indetenible que no da tregua ni respiro.
Inquietante oscuridad
Esta tensión constante, este estar arriba todo el tiempo, es el más difícil todavía de una obra en la que se reconoce al autor de Anhelo o El bosque en el vocabulario, lenguaje y modo escénico, pero no tanto en la pulsión interna, que ahora ha cambiado luminosidad por inquietante oscuridad. La obra ha sido confeccionada sobre frases que se repiten, convirtiéndose en leit motiv del total y alcanzando su cénit en los numerosos momentos corales, los mejores de la velada.
No hay alusiones directas ni recreaciones forzadas de La divina comedia. Definitivamente, no es una adaptación, pero se queda con el misticismo y la cábala. Siete bailarines, siete cuadros, setenta minutos… la simbología como parte del ritual coreográfico.
Bermúdez sabe crear, y lo más importante, mantener, una situación de emergencia constante, un estado de alerta y desestabilización que no decae. Consigue imágenes muy poderosas como esa cadena de cuerpos, erguidos ahora y de inmediato desmoronados, que son pesadamente arrastrados o esa fila de seres claramente derrotados que avanzan como si fueran condenados al cadalso, tan asustados y cogidos de la mano, para de repente entrar de nuevo en enérgico trance.
Claro que anoche fue el estreno, es obra de compleja ejecución, y se notó falta de limpieza y pulido en determinadas secuencias y alguna dificultad en el control del caos en el grupo, a veces desbocado. Nada que no se arregle con más ensayos antes de llevarla de gira. Por lo pronto, el infierno vuelve esta noche a Itálica en segunda y última función.
*Archivo Fotográfico del Festival Internacional Danza de Itálica 2023
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