MARINA EN COPENHAGUE
Esta noche, la valenciana Marina Mascarell estrena en la Royal Opera de Dinamarca la reposición de su obra Køter, como directora artística de la Danish Dance Theatre. Hablamos con ella sobre los retos que supone su nuevo cargo…
Texto_BEGOÑA DONAT Foto_ MATEVZ CEBASEK
Madrid, 17 de enero de 2024
“No seremos una compañía que sobreproduzca ni estrenaremos creaciones una detrás de otra, sino que consideramos importante empezar un diálogo con los coreógrafos y ver cómo quieren crear, qué tiempos necesitan”. Eso con los artistas porque contradictoria y afortunadamente, en la Danish Dance Theatre, de Copenhague, todo se mueve mucho más rápido de lo que Marina Mascarell (Oliva, València, 1980) esperaba. La creadora, que hasta ahora ostentaba una impresionante carrera como coreógrafa free-lance con obras en el repertorio de grandes agrupaciones del mundo, se incorporó al cargo de Directora Artística en abril del año pasado y a diferencia de otras instituciones para las que ha trabajado, donde la burocracia ralentiza, la compañía danesa se le ha revelado como “muy ágil y dinámica”, así que siente que va a poder realizar cambios sustanciales a corto plazo.
En diciembre arrancó su programación, con la que toma el relevo del anterior creador al frente, Pontus Lidberg. De hecho, esta misma noche, en la Royal Opera House de Copenhague re-estrena con la compañía su creación Køter (en la foto inferior), una pieza que supone una mirada sobre los outsiders y los marginados, que había estrenado con éxito en la Göteborg Operans Danskompani en 2015, bajo el título Monger..
Pero su aspiración para los primeros montajes que vaya estrenando es contar con “creadores de trayectoria cuyo trabajo intelectual sea similar al físico”. Los primeros fichajes son Adam Linder y Alessandro Sciarroni. Del australiano afincado en Berlín destaca el contraste entre “su vocabulario formal y su relación vanguardista con el trabajo, donde combina la moda, el movimiento y el arte”. Por su parte, del italiano, que fue León de Oro en la Bienal de Danza de Venecia 2019 y al que conocimos en España de gira con su curiosa propuesta Save the last dance for me, valora que sea “un creador con una poética tan particular”.
Mascarell no vive la selección de sus artistas con mentalidad de programadora sino de colaboradora, lo ve como un trabajo de creación conjunta. “Soy una persona a la que le gusta compartir, así que me guío por mis inquietudes artísticas para invitar a otros a construir este espacio juntos”.
El humanismo va a ser un eje fundamental de su proyecto. La Danish Dance Theatre no va a limitarse a representar funciones, sino que la danza se va a emplear “como un arma para la cohesión social”. Ejemplos de esa filosofía son unos talleres piloto para niños y niñas de entre 5 y 10 años en los que el arte se mezcla con el movimiento. “No tiene nada que ver con una escuela de talento, sino que se trata de un espacio donde poder investigar, una clase de creatividad donde se borran los líderes: no hay ganador o perdedor”. A diferencia de otras compañías, donde los proyectos educativos se ponen en marcha desde departamentos paralelos, Mascarell va a delegar la formación en los propios bailarines.
Nación de floclóricos
También pretende aumentar las actividades ligadas a las producciones. En paralelo al proceso creativo se desarrollarán prácticas contemporáneas. La idea que subyace es la de la sostenibilidad artística, que cada proyecto tenga un impacto real en el público y que la programación no se convierta en una sucesión de espectáculos.
A la valenciana no le gusta la frontalidad, y se nota. No solo en lo concreto, en lo que se refiere a las representaciones a la italiana, sino en lo global. Sus planes abarcan los 360 grados. Además de las iniciativas mencionadas, la compañía danesa va a disponer de una plataforma llamada Invernadero, donde los bailarines van a esbozar coreografías. “En casi todas las compañías crean, pero no se les da el título de creadores, cuando considero que es muy importante”, reprocha.
Cada año serán guiados por un mentor diferente y explorarán distintos formatos. Han hecho ya una creación colectiva donde ella misma ha asumido el papel de mentora. Se trata de una performance-concierto que desemboca en una fiesta, y en este 2024 quieren explorar el espacio público.
La ahora gestora cultural no abandona la creación sino que la incorpora a sus funciones, ya que realizará una nueva creación para la formación danesa cada dos años. Por lo pronto, va tirando de su amplio repertorio creado, que es mucho y muy variado como demuestra Køter. “Todos los meses paso dos semanas en el estudio con los bailarines, poniendo en práctica mi percepción del movimiento”.
El contrato de Mascarell es de cinco años, con posibilidad de ampliar a ocho. Después de ese plazo, ya cumplidos los 50, la coreógrafa piensa en volver a casa, aunque siente frustración al comparar la situación de la danza en nuestro país con la que se vive por ejemplo en Alemania -”donde hay 40 compañías estatales, frente a la sola existencia de una en nuestro país, la Compañía Nacional de Danza”-, Francia, Suecia, Dinamarca, Finlandia, Noruega o los Países Bajos, donde ella estuvo radicada por muchos años.
Tiene una opinión “políticamente incorrecta” al respecto: “Después de la Segunda Guerra Mundial, Europa vivía una época dorada de las artes, los Estados invertían muchísimo -sobre todo en la creación contemporánea-, mientras que nosotros en España estábamos en plena dictadura y la única cultura que se apoyaba era la popular, así que somos una nación de folclóricos. En otros países, hay mucha gente que lo alaba, les parece muy bonito y exótico. Yo no soy anti tradicionalista, pero creo que esa percepción tiene que ver con que hay más presupuesto para fiestas que para cultura”, zanja.
*ESTE ARTÍCULO FUE MODIFICADO TRAS DETECTAR UNA CONFUSIÓN CON EL TÍTULO DE LAS OBRAS, A LAS 13.35 DEL 19-01-24
