ESTE BALLET ES HEAVY METAL
Carlos Acosta pone danza a Black Sabbath, esta semana en Londres, y Johan Nus hace coreografía ‘The Wall’, de Pink Floyd, en París. Va ser que el rock y el ballet no son tan ajenos como parece. Te lo contamos…
Texto_OMAR KHAN Fotos_SOFÍA LIÑARES / HENRI MARGERÉS
Madrid, 15 de octubre de 2023
La música rock en ninguna de sus variantes -sea heavy metal, rock sinfónico, progresivo o psicodélico- ha sido interés del ballet. Son mundos aparte y tienen públicos irreconciliables. No parecen calzar ni ser compatibles. Ejemplos hay pocos. Uno memorable es el Pink Floyd Ballet, creado por Roland Petit, en 1972, cuando la banda británica era más psicodélica. Otro sería Le Presbytére / Ballet for Life (1996), en el que Maurice Bájart homenajeaba a los que el sida se había llevado con una danza enérgica que mezclaba el Queen, de Freddie Mercury, con Mozart. Un poco más reciente es Stereo (2022), un mix de ballet y rock en directo, a medio camino entre la coreografía y el concierto, que supuso el regreso del coreógrafo francés Philippe Decouflé después de un largo silencio. Y poco más…
Ahora, dos proyectos europeos de envergadura parecen coincidir en que rock y ballet pueden ser un matrimonio bien avenido. Esta semana el Birmingham Ballet, que desde hace poco dirige el cubano Carlos Acosta, llega al Sadler’s Wells, de Londres, con las localidades totalmente agotadas, para presentar Black Sabbath: The Ballet, que cuenta con participación en directo de Tommy Iommi, quien fuera guitarrista de la banda británica pionera del heavy metal. Al mismo tiempo, The Wall Opera Ballet, una versión coreográfica del francés Johan Nus, a partir del célebre disco de Pink Floyd, de 1979, se estrena el próximo 02 de noviembre en el Palacio de Congresos de París e inicia una amplia gira francesa.
Ballet heavy
Carlos Acosta (en la foto) admite que Black Sabbath, la banda pionera del heavy metal liderada por el satánico Ozzy Osbourne, célebre por aquel concierto en el que de un mordisco descabezaba en directo a un murciélago vivo, no formó parte de su infancia y juventud porque en Cuba estaba prohibida, pero entiende el lugar que ocupa en la historia del rock. A su llegada a la dirección artística del Birmingham Ballet quiso emprender una trilogía sobre hitos de la ciudad británica, y entendió a Black Sabbath como un fenómeno de la cultura popular de gran relevancia para esta urbe, así que no dudó en convertirla en protagonista de esta segunda parte. Para ello quiso contar con el asesoramiento de Iommi, miembro fundamental de la banda, que ha terminado montado en el escenario desgarrando su guitarra eléctrica entre los bailarines de la formación británica.
Black Sabbath: The Ballet no es ni una historia de la agrupación, ni un homenaje explícito a Ozzy Osbourne ni una reivindicación del heavy metal. Su premisa de arranque es la posibilidad de generar en encuentro entre rock y ballet. Del amplio repertorio del grupo heavy se seleccionaron – y orquestaron por parte de Christopher Austin- ocho temas icónicos que incluyen hits como Paranoid, War Pigs, Sabbath Bloody Sabbath o Iron Man.
Dividida en tres partes, cada sección ha sido dirigida por un coreógrafo diferente, una mezcla de nombres conocidos y emergentes seleccionados por Acosta, que cuenta con Pontus Lidberg, ex director del Danish Dance Theater que hoy dirige la valenciana Marina Mascarell, el cubano Raúl Reinoso, que ya ha trabajado con el Acosta Ballet, la agrupación que el director del Birmingham mantiene en La Habana, y el brasilero Cassi Abranches.
Con los decibelios disparados, la coreografía ofrece grandes momentos corales con los bailarines vestidos de negro, reconvierte en pas de deux de amor con toque satánico el tema Iron Man e incluye un solo masculino ejecutado en puntas al ritmo de guitarras eléctricas. En cuanto a la puesta, aparece en escena, cómo no, el icónico coche de metal con un diablo alado en la parte superior, símbolo inequívico de los demoníacos Black Sabbath.
Ballet psicodélico
A diferencia de Carlos Acosta, el coreógrafo francés Johan Nus, conocido por haber diseñado el desfile del vigésimo aniversario de Disneyland París y haber creado su famoso Lago de los cisnes sobre el agua, admite que, de adolescente, tenía una especial fascinación por The Wall, ese disco conceptual de Pink Floyd que es todo un discurso político sobre alienación, soledad y fascismo, además de un emblema del rock sinfónico y psicodélico de la legendaria banda y un verdadero referente de la cultura popular, gracias a canciones como Another brick on the wall. El álbum ha tenido numerosas versiones de conciertos a la manera de una ópera, incluyendo el ya mítico espectáculo de la banda en la Puerta de Brandemburgo, en Berlín, para celebrar la caída del muro, en 1989, y las posteriores versiones más sofisticadas elaboradas por Roger Waters, quien fuera líder de la agrupación junto a David Gilmour. La película de Alan Parker, de 1982, contribuyó enormemente a la popularidad de este disco que ha vendido 33 millones de copias.
Seguidor de todas estas evoluciones, Johan Nus siempre se preguntó porqué nunca hubo coreografías ni danza en ninguna de las versiones. Así que decidió hacer su aportación y, conservando la música íntegra, utilizando la misma iconografía del disco con su muro gigantesco que se desmorona al final y valiéndose de la narrativa de la película, que cuenta la peripecia de un niño llamado Pink que, intentando escapar de las estrictas normativas sociales, de adulto se entrega a las drogas y a la ideología fascista, montó The Wall Opera Ballet.
Diez bailarines de clásico y contemporáneo, siete músicos y cinco cantantes que interpretan cada noche el álbum de Pink Floyd en directo, un diseñador gráfico que reproduce en pantallas gigantes la iconografía del disco y un camarógrafo en escena que usa el real-time para las proyecciones, conforman el equipo de este espectáculo, que según subraya Johan Nus, tiene su mayor novedad y hallazgo en reimaginar y reinventar para la danza Pink Floyd’s The Wall.
