SOLDADOS DE CRISTO
Precedido de su éxito en Broadway, llega al Teatro Calderón de Madrid ‘The Book of Mormon’, el musical gamberro de los creadores de ‘South Park’. Fuimos a verlo y esto nos pareció…
Texto_OMAR KHAN
Madrid, 09 de octubre de 2023
Detrás de la sátira desternillante de The Book of Mormon, el musical que Som Produce acaba de estrenar en el Teatro Calderón, de Madrid, se encuentran Trey Parker y Matt Stone, los célebres creadores de South Park. Los que estén familiarizados con la gamberra serie animada, los identificarán rápidamente en los excesos y burradas, que al final son los que hacen tan divertido a este musical políticamente incorrecto, que lanza dardos envenenados en todas las direcciones.
En España no estamos tan familiarizados con el mundo mormón, pero eso importa poco, porque el musical mismo, en tono descacharrante, se encarga de contártelo. Se trata de un movimiento religioso norteamericano muy difundido que se concentra en la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, con sede en Salt Lake City, la capital de Utah, que envía a misioneros masculinos, siempre de dos en dos, a ciudades de todo el mundo para difundir el legado de Jesucristo desde el punto de vista de El libro de Mormón, editado en 1830 por John Smith, considerado el profeta de los mormones.
Parker y Stone, dos ateos que se criaron en Colorado, siempre han sucumbido a la tentación de meterse con los mormones y hacer chiste de sus prácticas. En 1996 rodaron Orgazmo, su filme de culto friqui, en el que Parker mismo daba vida a un mormón que termina convertido en el protagonista de una película porno; en 2003 dedicaron un capítulo completo de South Park a los mormones y en la misma serie incluyeron a John Smith, junto a Cristo, Buda y Mahoma, en una parodia de La liga de la justicia.
En esa misma línea comenzaron a idear a principios de siglo, junto al compositor Robert López, este musical gamberro que narra la peripecia de dos mormones enviados en misión a una aldea de Uganda, que está sometida al mandato de un señor de la guerra y debe lidiar a diario con la hambruna, el sida, la ablación femenina y otras calamidades. Ante el desinterés de los aldeanos, uno de los mormones, especialmente mitómano y fan de la cultura popular norteamericana, reinventa El libro de Mormón, aderezándolo y haciéndolo “accesible” con personajes y pasajes de El señor de los anillos, La guerra de las galaxias, Matrix o El rey león, e inventándose mitologías como que si tienes sexo con una rana, te curas del sida.
Que la fuerza os acompañe
The Book of Mormon se estrenó en Broadway en 2011 con un éxito descomunal, que rápidamente replicó en el West End londinense (“El asteroide que acabó con los dinosaurios apenas tuvo más impacto”, ha dicho la prensa americana). Al contrario de muchas producciones carísimas, arrancó con un presupuesto estimado de once millones de dólares, pero al final gastó solamente nueve, y a día de hoy ha hecho una recaudación que supera los 750 millones.
Todo el musical está hecho a base de clichés y sustentado en prejuicios. Uganda es la imagen del estereotipo de África, los mormones aquí son el cliché de los evangélicos. Todo es vulgar y ofensivo. La danza, creada con verdadero acierto por Iker Karrera en la versión española, es también intencionadamente elemental y descriptiva. Pero los chistes (que se disparan uno tras otro sin tregua), la gracia y el ingenio emergen, justamente, de estos (a lo mejor erróneos) convencionalismos, y de las conexiones con la cultura pop, que les permite tener cameos de Darth Vader, Yoda o los hobbits. De allí su eficacia.
Mientras más vulgar más divertida. La reacción del público a escenas como la radiografía del protagonista con el Libro de Mormón encajado en el recto, después de su visita a los militares, o números completos como Me cago en Dios o el Sueño del Infierno Mormón (quizá el mejor de la velada) son ejemplos perfectos.
La puesta en escena, aquí a cargo del también cineasta David Serrano (El otro lado de la cama, Los dos lados de la cama) es ágil, entretenida y cuidada. Las canciones, pegadizas. La intervención de Jan Buxaderas, en el papel del élder Price, memorable. El conjunto de mormones luce compacto y acertado, especialmente en el primer acto, mientras que los aldeanos de Uganda, en respuesta a las intenciones mismas de la obra, exquisitamente estereotipados.
Por contradictorio que parezca, aunque ofende a todo Cristo, The Book of Mormon, no luce polémica. Su final, muy en positivo, apuesta por la fe y la espiritualidad. Matt Stone la ha definido como “la carta de amor de unos ateos a la religión”. Cuando la estrenaron, temían que se produjera un escándalo. Sin embargo, la demostración de que aquello es América, la dio la misma Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, que supo capitalizar su favor el ruido mediático. En un comunicado oficial, destacó la acción y logros de su Iglesia en África y dijo: "La producción puede intentar entretener al público por una noche, pero el Libro de Mormón cambiará la vida de las personas para siempre al acercarlas a Cristo". Y entonces emprendió la agresiva campaña “Has visto el musical, ahora lee el Libro”.
Por el lado africano fueron menos benévolos. Desde asociaciones afroamericanas se quejaron de que había cierta ingenuidad en la representación de los mormones pero auténtico racismo en la de los africanos. “Los aldeanos son vistos como nobles salvajes que necesitan que los blancos les muestren el camino hacia la iluminación”, zanjaban.
