Sin ataduras
Puntos inacabados es el título con el que el bailaor y creador gaditano Jesús Fernández aparece en el ciclo Abierto en Canal, los días 7 y 8 de septiembre en el teatro madrileño
Texto_CARLOS A. GÓMEZ
Ya se cuentan generaciones de un Nuevo Flamenco que no parece tan nuevo. En los setenta, rompieron la barrera de su propia tradición sin difamarlo ni deformarlo personalidades como Antonio Gades, Mario Maya o el maestro Granero, y tras un salto de décadas, se verifica en los noventa su renacimiento como un arte de autor permeable a contaminaciones en el cuerpo y pensamiento de artistas radicales como Israel Galván o moderados como María Pagés. Roto el muro, pasaron entonces jóvenes promesas hoy consolidadas: Olga Pericet, Manuel Liñán, Marco Flores o Daniel Doña, éste último defensor además de una danza española que parecía estar siendo fagocitada por el flamenco. Establecido y aceptado en plazas y circuitos de la danza contemporánea, con un público reconocido que lo acepta y aplaude, este nuevo flamenco gana terreno en los más jóvenes, que hacen uso de esta libertad antes vedada.
Jesús Fernández (Cádiz, 1982) se abre camino. Como casi todos, inició su formación de niño y tuvo un recorrido intachable como bailaor. Primero en Cádiz, su tierra, y ya instalado en Madrid sorbe inteligencia corporal de los maestros más grandes que al tiempo son artistas rompedores: Mario Maya, Antonio Canales, Alejandro Granados, Israel Galván, Javier Latorre o La China. Tablaos de primera le colocan en cartel, al tiempo que crece su experiencia escénica con distintos artistas. En 2011 da rienda suelta a sus necesidades creativas con su primer espectáculo Ataduras (2011), que supuso su irrupción como coreógrafo/intérprete en el Festival de Jerez, al que siguió su solo Gaditaneando, experiencias todas que le han empujado a dar un paso más ambicioso: su nueva creación para grupo Puntos inacabados, en la que ha contado con dirección escénica de Daniel Doña. La premisa de arranque tiene algo de entrañable y supone un agradecimiento a aquellos que pasan por nuestra vida y dejan huella. “Hay quienes duran poco en nuestra vida, pero la transforman para siempre”, dice el artista a modo de declaración de principios. “No importa la etapa ni el momento, no importa cuánto dure. El tiempo de una relación no condiciona nada, podemos aprender un universo en pocos segundos o pasar toda una vida y no comprender ni un instante”.
Sobre la escena, cinco artistas en un espectáculo vibrante y audaz con aires de flamenco muy urbano, en el que las rupturas y fusiones aparecen integradas con toda naturalidad y seguridad. Baja la luz y sube el familiar y emocionante redoble del Bolero, de Ravel, que es toda una francesa referencia española. Y ya. Ahí terminan los clichés. No hay en el baile convencionalismos ni tampoco señas reconocibles de estereotipos flamencos en el aspecto urbano y juvenil de los intérpretes. Ni faralaes ni flores entre los dientes. Solamente cuerpos que llevan el flamenco por dentro y lo despliegan en escena desde el rigor sin temor al riesgo. La fusión en libertad y la sintonía con nuestro tiempo delatan la juventud del equipo encabezado por Fernández y secundado con diligencia por Anabel Moreno e Iván Amaya, quienes hacen fluir su flamenco con energía y empeño a través de una dramaturgia inteligente en la que se nota la intervención de Daniel Doña, un artista que siempre ha acertado moviéndose en los terrenos donde se siente cómodo.