Blanco y negro
Tras triunfar en Montpellier la compañía Baro D’Evel irrumpe en el Festival Grec de Barcelona, con su nueva propuesta Lá, que se verá del 8 al 10 de julio en el Teatre Lliure Grácia
Texto_Omar Khan Foto_Francois Passerini
Una caja blanca es el escenario. No tiene entradas ni salidas, pero por una esquina, rompiendo la pared, aparece el zapato elegante de Blai Mateu Trias, que ingresa literalmente derribando muros como el elegante presentador que invitará a escena a su compañera Camille Decourtye que, directamente atraviesa la pared, dejando un bocado que será clave para la iluminación de este elegante espectáculo que es Lá, en el que hay un tercer y decisivo participante, Gus, un simpático cuervo inteligente de plumas blanco y negro a juego con el carácter cromático sin colores de esta nueva propuesta de la compañía Baro D’Evel, primera parte de un futuro díptico, que consiguió emocionada ovación en el Festival Montpellier Danse y que espera repetirla en su inminente estreno en el Festival Grec, de Barcelona, donde podrá ser vista del 8 al 10 de julio, en el Teatre Lliure, de Gràcia.
Se pueden verificar en Baro D’Evel los alcances y posibilidades actuales del Nuevo Circo. Él es muy alto, ella es muy baja, y de esa característica tan de pareja cómica de circo sacan partido. Hay un cuervo amaestrado. Hay gags y hay también, a su manera, un personal “más difícil todavía” (ese crescendo de gemidos orgásmicos que parece no acabar). Dicho así, estamos ante un circo pero tiene Lá una poesía que rara vez ocurre bajo la carpa de un espectáculo tradicional. La estructura y la delicada manera de presentar las diversas situaciones son más bien del oficio coreográfico. Se identifica entonces la participación de María Muñoz y Pep Ramis, directores de la compañía Mal Pelo, que prestan al espectáculo su saber coreográfico pero también parte de su estética contemplativa.
Le realidad es que al final Lá es mucho más que danza y mucho más que un circo. Es una propuesta, muy personal, en la que convergen con cierta naturalidad numerosas disciplinas. Circo y danza claro está, pues son demostrados bailarines, equilibristas y acróbatas, pájaro incluido, pero también música y ópera (ella es una soprano de altos vuelos, él también canta pero jugando graciosamente a su falta de virtuosismo), hay algo teatral en los discursos, y ese ingenioso truco en el que las blancas paredes se manchan de negro hasta terminar siendo una verdadera instalación plástica. Baro D’Evel empuja los límites del Nuevo Circo y los lleva a un terreno personal, que rompe con el carácter predecible del número circense al uso. Allí y en su disposición a la contaminación están las claves del éxito de su propuesta.
Y bueno… también está Gus. Es todo un acierto no haber caído en la tentación de otorgar protagonismo absoluto al pájaro, tan inteligente, tan buen actor. Él está allí, “baila” con ellos, es el tercer vértice necesario pero no es el centro ni el fin último de la propuesta. Protagoniza, eso sí, algunos de los momentos más bellos y sublimes de esta obra inclasificable. Vuela libre por el patio de butacas y tiene un saber estar que ya quisieran muchos intérpretes.
Baro D’Evel va creciendo. Su manera de entender el escenario pasa por ser única. Mateu Trías, catalán, y Decourtye, francesa, han puesto los cimientos de un lenguaje propio, acompañados por animales amaestrados, usados siempre de una forma muy poco convencional, que terminan por configurar un vocabulario poético propio y personal. Lá es un peldaño arriba en su ya larga trayectoria.