“EL FLAMENCO ES UNA HERIDA EN MI CORAZÓN QUE NO CICATRIZA”
Lo dice un noruego, el coreógrafo Jo Strømgren, que vuelve al Festival de Otoño para presentarnos la disparatada ‘The Ministry of Unresolved Feelings’. Nos lo ha contado…
Texto_OMAR KHAN Fotos_TILO STENGEL
Madrid, 15 de noviembre de 2024
Aunque existe un innovador movimiento de danza nórdica, con numerosas compañías, creadores y propuestas, se prodigan poco por aquí abajo. Son caros. Su alto nivel de vida imposibilita las contrataciones. No obstante, el noruego Jo Strømgren y su compañía de Oslo, no pierden ocasión de visitarnos. En 2010 nos trajo su delirante propuesta La sociedad; en 2019 se vio The Door en el Festival de Otoño, obra que montó para el Teatro Nacional de Lituania, y en 2022 fue el Festival Madrid en Danza el que lo trajo con Made in Oslo, compendio de piezas cortas de su trayectoria. Ahora vuelve al Festival de Otoño, el 19 y 20 de noviembre próximos, para presentar la divertidísima The Ministry of the Unresolved Feelings (El Ministerio de los sentimientos irresolutos), en la Sala Verde de Teatros del Canal, en la que aborda con ironía y humor la salud mental, un problema peligrosamente típico de nuestra sociedad contemporánea.
Este sostenido interés por venir quizá tiene que ver con que Jo Strømgren nos considera segunda patria. Ahora es una de las grandes personalidades de la nueva danza de su país pero hace casi cuarenta años, cuando él apenas tenía 17, vino a Madrid en un programa de intercambio que le cambió la vida. Todavía hoy sigue en contacto con su familia de acogida y en su mente y cuerpo aún resuena lo que por aquí aprendió.
A Jo Strømgren se le desveló la danza en España. Se enamoró del flamenco y tomó clases en Amor de Dios. No tenía mucha madera de bailaor y entonces empezó a bailar con Bocanada Danza, compañía pionera del contemporáneo en la ciudad. También fue a la escuela de Carmen Senra. Y todo eso se lo llevó a Noruega, donde años más tarde hizo de la danza un modo de vida y fundó su compañía. A día de hoy acumula más de 200 creaciones hechas para su compañía y para tantas otras del mundo que le encargan creaciones. En ninguna de ellas hay rastro alguno del flamenco.
“Nunca he incorporado seriamente el flamenco en ninguna de mis producciones”, nos confiesa, “porque el flamenco es una herida en mi corazón que no cicatriza. Mi sueño original era trabajar en un tablao y ser bailaor, pero cuando eso no sucedió, se convirtió en mi ‘sensación irresoluta’. No hace mucho, llevé a mi hija a ver un espectáculo con Farruquito, y se sorprendió mucho al ver a su padre llorando durante la mayor parte del espectáculo”.
¿Qué veremos en The Ministry of Unresolved Feeelings?
Una hora de danza-teatro nórdica sobre la salud mental, una obra estúpida e irónica, y tal vez también con coreografías interesantes. Por lo general, el público se ríe, pero muchos también le ven el lado serio.
¿Qué responsabilidad cree que tiene el Estado en la felicidad o infelicidad de sus habitantes?
Hoy en día, en el mundo occidental, la gente parece creer que el Estado, o al menos alguien con poder, debería ser responsable de nuestra felicidad. Tal vez provenga de los Estados Unidos, donde las terapias y tratamientos son parte de la vida cotidiana. La variación de los diagnósticos mentales se ha disparado en las últimas décadas, planteando la cuestión de si todos tenemos problemas psicológicos. En Escandinavia, la gente ya no está de mal humor, tiene una depresión. Ahora los niños no nadan en agua fría porque son sensibles a la temperatura, lo que antes se llamaba simplemente ser un cobarde.
A primera vista la selección musical (Nina Simone, Sepultura, Bizet...) parece una locura, ¿cómo encaja en la puesta en escena?
Una vez que decidimos presentar una larga fila de hipocondríacos en escena, pensamos que la música debía ser como pasar de una emisora de radio a otra: nunca se sabe qué melodía viene después.
¿Siente a Buster Keaton como coreógrafo? ¿Qué le interesó de lo que hizo en sus películas para crear esta coreografía?
Buster Keaton es uno de mis favoritos. Era capaz de hacer humor y crítica social sin usar ninguna expresión facial. Para él, todo se trataba de la situación, el momento y de reflejar lo absurdo de la vida. Nos reímos, pero no sabemos exactamente por qué. No creo que sea posible encontrar un vínculo directo entre él y nuestro espectáculo, pero en general, ha sido una gran inspiración para mi trabajo.
El humor no es muy común en la danza…
Suele decirse que es más fácil trabajar el humor, pero es todo lo contrario. Es muy transparente y requiere dobles capas de lectura. Especialmente difícil es hacer un humor universal que funcione más allá de las fronteras culturales y geográficas. Soy serio, iracundo e intelectual por naturaleza, pero el humor es para mí una herramienta para transmitir mensajes de manera más eficaz porque creo que las risas nos unen más que las discusiones.
Originalmente creó esta pieza para Gotemburgo y ahora la pone en escena con sus bailarines ¿son exactamente iguales?
Es más o menos lo mismo. Pero requiere que los bailarines sean de la misma generación y de una cultura occidental. Esto tiene que ver con entender el nivel de ironía y las referencias comunes. Hacer una versión con bailarines chinos quizás sería diferente, ya que su ironía es radicalmente distinta a la nuestra. Y una versión en Burkina Faso no sería viable, porque el tema tratado es allí irrelevante.
¿Qué diría que tienen en común todas sus obras?
Después de montar coreografías durante 30 años, empiezo a ver algunos patrones. Creo que mi misión ha sido derrumbar la imagen de las personas y sociedades contemporáneas que se dicen inteligentes y con control sobre sí mismas. Porque no creo que lo seamos. La gente hoy está preocupada, confundida, temerosa de hacer algo mal e impulsada por necesidades simples. Leí El Quijote a los 14 años y desde entonces me ha acompañado porque siento que todos vemos gigantes en lugar de molinos de viento y todos tenemos una Dulcinea en nuestros sueños.
¿Cómo definiría su trabajo: danza, teatro, danza-teatro...?
Cada idea encuentra su propio lenguaje. Es todo lo contrario de lo que te enseña la historia del arte, que habla de encontrar y cultivar tu método, tu estilo o tu marca registrada. Me he tomado la libertad de evitar crear mitos sobre mí mismo y, en cambio, me concentro en cada producción con nuevos ojos. Si una idea se adapta mejor al teatro de títeres, entonces utilizo títeres. Si es más adecuada a una película, entonces la hago más cinematográfica. Pero sobre todo es la mezcla de teatro de texto y danza. Las definiciones son útiles para vender entradas y para que los académicos escriban sobre ellas, pero creo que al público a veces no le importa mucho cómo lo llames.
¿Es Noruega un buen lugar para crear en este momento?
En cierto sentido lo es. El apoyo financiero a las artes es bueno y disfrutamos de libertad. Pero por otro lado, es un país donde la necesidad del arte ha disminuido. La sociedad de consumo ha alcanzado el arte y es doloroso ver a la gente comprar arte porque puede ser una buena inversión y no porque un cuadro te hable o te conmueva. Pero creo que esto está cambiando ahora a medida que el mundo se hace más problemático. Parece que el teatro vuelve a ser un lugar para la curiosidad y la necesidad. Y esto aumenta la responsabilidad de los artistas. Para mí esto se traduce en que no puedo hacer solamente entretenimiento, necesito reflexionar sobre el mundo y ser más honesto con lo que digo en mis propuestas. Como noruego de gira por el extranjero, lo que me parece especialmente importante exponer y enseñar es nuestro privilegio más valioso: en Noruega tenemos libertad de expresión.