¿QUÉ HA SIDO DE LA VIDA DE RAMÓN OLLER?
El coreógrafo pionero de la danza catalana reaparece estrenando mañana ‘Postales rotas’ para la compañía Zig Zag Danza, en Gijón. De la pieza y de su vida en los últimos años nos ha contado…
Texto_OMAR KHAN
Madrid, 20 de septiembre de 2024
“Yo he estado por El Salvador, Paraguay, Santo Domingo, Estados Unidos y, muy especialmente, Puerto Rico” dice risueño el reputado coreógrafo catalán Ramón Oller (Esparraguera, 1962) respondiendo a la pregunta del título. “Siempre he sido un viajero, siempre quise ver mundo y cuando, en 2007, cerré en Barcelona mi compañía Metros, quería probarlo y verlo todo. He dado clases de Limón en Nueva York, he participado en el musical Fosse, de Broadway, he repuesto mi trabajo en muchos países y ahora regreso a Paraguay a trabajar con el Ballet Nacional, donde hay gente muy joven y llena de energía, que es lo que más me gusta. Vivo repartido. Tengo un apartamento en Nueva York, otro en Barcelona y mi casa señorial heredada de mi familia en Esparraguera”.
Por lo pronto, geográficamente, a Ramón Oller hay que localizarlo en Gijón. Allí, en el Teatro Jovellanos de la ciudad, estrena mañana Postales rotas, una creación sobre las asturianas que emigraron solas a América Latina en busca de nuevos horizontes, que ha montado para Zig Zag Danza, la compañía local que dirigen Estrella García y Miguel Quiroga, también protagonistas de este dueto, que cuenta con música de José Ramón Feito y las canciones en directo de la cantautora catalana Marina Rosell.
“A Estrella y Miguel los conozco desde hace 30 años [para esta compañía ya había montado Pan de ángel, en 2005, y Disculpe, caballero, en 2009] y lo primero es que creo que hay que apoyar este tipo de proyectos de calidad que están en la periferia, lejos de Madrid y Barcelona, pero también porque aquí me siento cómodo, puedo hablar de lo que quiera. Con ellos todo es facilísimo. Llegué, lo planteamos y nos quedamos con esencias desde la nada. Son bailarines maduros, lo hacen todo desde un sentimiento puro, con magia y talento, son muy creativos”.
Hace más de un año, Oller dio con un libro sobre la emigración española hacia América que, en el siglo que va de 1840 a 1940, contabiliza más de 300 mil asturianos, con un alto porcentaje de mujeres. Pensó entonces una coreografía en la que una mujer y un hombre mantienen una relación a la distancia por correspondencia, pero sintió también que la historia le permitía abordar dos asuntos que siempre le han fascinado: el mundo femenino y los viajes. No parecía tampoco casualidad que en Gijón se ubicara la conmovedora escultura La madre del emigrante, ni que fuera el lugar donde sus amigos de Zigzag Danza llevan años trabajando, así que todo parecía armado por la providencia para su regreso creativo a nuestro país. Cuando el proyecto se hizo con el XIX Premio Jovellanos a la Producción Escénica se cerró el conjuro.
“Hablo de la lucha de las mujeres, algo que ha estado presente en toda mi obra. Yo fui criado por mujeres, por mi abuela y mis tías, que me aguantaron porque era tan hiperactivo que no sabían que hacer conmigo y también hablo de las migrantes, esas mujeres que la historia ha querido borrar, mujeres asturianas que se montaron solas en un barco hacia Argentina, Cuba o Estados Unidos, buscando una vida mejor”.
Metros
Los que añoran aquellas grandes coreografías de Oller para Metros como Romy & July, su famosísima Carmen o su Bernarda, a lo mejor no lo reconocen, porque después de todos estos años, ha virado hacia la sencillez y la intimidad. “Creo que estoy en un buen momento. Supone un cambio de registro, ahora todo es más abstracto y más poético, no quería hacer lo que ya he hecho, eso de sacar mesas, sillas y baúles, así que lo construyo todo desde unas telas, casi desde la abstracción, desde un respeto al cuerpo y a las cosas pequeñitas, con cuidado en los detalles. No hay fuegos artificiales ni saldrán elefantes”. advierte.
Ramón Oller fundó Metros en 1985, el momento de efervescencia de la danza contemporánea catalana. La suya fue de las compañías pioneras que empezaron a despuntar cuando el país, al fin liberado de la dictadura, tomaba conciencia de ser Europa y se apresuraba a ponerse al día. En ese contexto, el coreógrafo era atrevido y rompedor, con predilección por desmontar clásicos conocidos y aproximarlos a la estética del momento -y a la suya propia, que también la tenía-. La aventura duró hasta 2007, cuando desistió cercado por problemas económicos. También estuvo muy vinculado al ahora inexistente Ballet Teatres de la Generalitat valenciana y al Centro Andaluz de Danza (CAD). Mirando atrás, asegura no guardar rencor.
“No hay resentimiento. Yo era coreógrafo y empresario, y ya no me programaban. Estrenaba alquilando teatros en Barcelona y no podía seguir así. Tenía proyectos e ideas pero no una fórmula nueva y si no tienes eso, esto es muy cansado, mejor nos jubilamos todos. Yo, de todas formas, por aquel entonces ya venía trabajando mucho fuera”.
También es verdad que en su momento sorprendió lo abrupto de su salida y desaparición. “Tenía una producción por hacer para el Festival de Peralda, que siempre me trató muy bien, y cuando les dije que no lo haría, que no podía, que necesitaba irme, me entendieron. Fueron muy generosos”. Pero todo eso es pasado. El presente para Ramón Oller es deambular con sus danzas por el mundo. Vivirlo, comérselo.