EL FOLCLOR SEGÚN CARLOS ACOSTA
Por tercera vez regresa el cubano al Festival de Peralada, que le presta el Mirador del Castillo a su compañía para que mañana y pasado baile el programa triple ‘Folclor’. Te lo contamos…
Texto_OMAR KHAN Fotos_YURIS NÓRIDO
Madrid, 25 de julio de 2024
Carlos Acosta (La Habana, 1973), cada vez más lejos de la estrella del Royal Ballet británico que fue, va delineando y consolidándose como un artista con ideas muy claras y objetivos muy definidos en sus dos proyectos de vida, que lo mantienen con un pie el Reino Unido como director artístico del Birmingham Royal Ballet y otro en La Habana, al frente de su propia agrupación Acosta Danza, con la que esta semana visita por tercera vez el Festival Castell de Peralada, dirigido por Oriol Vilà, con el que ha mantenido fuertes lazos de amistad.
En la pequeña ciudad catalana, sus insólitos bailarines cubanos bailarán mañana y pasado en el Mirador del Castillo Folclor, un programa triple firmado por creadores tan distintos como el sueco Pontus Lidberg, quien fuera director de la Dansih Dance Company, hoy con la valenciana Marina Mascarell al frente; el catalán Rafael Bonachela, que lidera la Sydney Dance Company, en Australia, y el tándem cubano Norge Cerdeño y Thais Suárez, que presentan piezas muy diferentes entre sí unidas por una mezcla de raíces cubanas y una modernidad cosmopolita, en un programa en el que, hay que advertir, Carlos Acosta ya no baila.
Triunfó el cubano principalmente interpretando roles del repertorio académico. No hay que olvidar que fue el primer Romeo negro que bailó en el Royal Ballet junto a Tamara Rojo, su Julieta española, hoy directora del San Francisco Ballet. No obstante, sus inquietudes y predilecciones como gestor y director artístico de dos compañías, más una junior que ha abierto recientemente en La Habana, donde funciona también su escuela, van apuntando hacia una mirada desde el ballet hacia las tradiciones y raíces cubanas, y en general, hacia lo popular.
Sorprendente, impensable y exitosa fue el año pasado Black Sabbath: The Ballet, un tríptico en el que también participaba Pontus Lideberg, que creaba danza sobre las canciones del grupo de rock de Ozzy Osbourne, y en el que participaba, en vivo y en directo cada noche Tommy Iommi, el que fuera guitarrista de la banda satánica de rock. Esta mirada desde la danza académica a lo popular trajo a los teatros británicos a un nuevo e inesperado público rockero.
Tradiciones habaneras
Folclor parece situarse en la misma sintonía. Ahora se trata de una indagación en las raíces y tradiciones cubanas pero desde una perspectiva innovadora. Un sueco sofisticado interesado por la danza y el cine como Pontus Lidberg, les ha creado Paysage, soudain, la nuit, una pieza de energía desbordante para once intérpretes de la compañía, con música de Leo Brower, famoso guitarrista, compositor y director orquestal cubano. A su vez, Rafael Bonachela, catalán trabajando en las antípodas, les ha creado el dueto Soledad, que cruza las músicas de emblemas latinoamericanos como la mexicana Chavela Vargas y el tango argentino culto de Astor Piazzola, reinterpretado por, nada menos, que un compositor letón, Gidon Kremer.
Faltaría más, también habrá una aproximación al folclor cubano hecha por cubanos. En Híbrido (en la foto que abre esta información) que culmina el programa de Peralada, los creadores Cedeño & Suárez, indagan desde la danza contemporánea en las tradiciones africanas de los yorubas, tan arraigadas en la isla caribeña, y lo hacen inspirándose en un mito griego, el de Sísifo, cuyo castigo consistía en llevar una roca cuesta arriba, despeñarla y volver a buscarla para subirla otra vez y así hasta el infinito.
Parecen mezclas imposibles y arbitrarias, pero al final, todas estas creaciones impulsadas por Acosta son coherentes con su pensamiento, que parece haber encontrado un camino para llegar con la danza a audiencias amplias desde lo popular. Y lo popular en su cabeza abarca desde el rock satánico de los heavy metal hasta las creencias más arraigadas de La Habana.