MONTPELLIER LEGITIMA EL HIP HOP
La reposición de 'Symfonia Pieśni Żałosnych', de Kader Attou, en el festival francés, le eleva a categoría de “clásico del hip hop escénico”. Allí estuvimos y así lo vivimos…
Texto_OMAR KHAN Fotos_DAMIEN BOURLETSIS
Montpellier, 01 de julio de 2023
Creada en 2010 para 10 breakers a partir de la imponente y espiritual Symfonia Pieśni Żałosnych, de Henryk Górecki, la coreografía homónima de Kader Attou, fundador de la compañía Accrorap y aún director del Centro Coreográfico Nacional francés de La Rochelle, giró durante tres años y marcó un hito importante en el mundo del hip hop escénico, al menos en Francia. A una década sin ser escenificada, el Festival Montpellier Danse, que fue uno de sus productores originales, la ha repuesto y presentado ayer en la Opera Comédie, de la ciudad francesa.
Pasaría por ser el re-estreno de una obra que fue exitosa y nada más. Pero es algo que no le ha ocurrido a muchas creaciones importantes del hip hop, salvo quizá Macadam, Macadam (1999, montada en París por Blanca Li), coreografía emblemática y pionera de esta corriente hoy ya perfectamente instalada en el gusto y preferencias del ávido público de danza en el país de al lado, como se pudo verificar anoche. Con la sala completamente abarrotada por un público variado, en el que destacaba mucha gente mayor, y con esa [merecida] ovación de pie al acabar, la trascendencia del asunto radica en que aquello parecía la legitimación y acceso a la alta cultura francesa de una danza que hasta muy poco tiempo y para la gran mayoría, se tenía como danza de la calle hecha por chavales sin oficio.
Reponer con semejante éxito una coreografía de break dance una década después de su estreno, supone admitir que ya existe un repertorio. En otras palabras, que ya disponemos, al menos, de un “clásico” del hip hop escénico.
Espiritualidad break
Claro que la Symfonia Pieśni Żałosnych no es una obra cualquiera ni rutinaria del hip hop. No es una battle ni una demostración de destrezas. La elección de la partitura de Gorècki tiene aires de declaración de principios. Marca un distanciamiento épico y poético del beat machacón y desafiante del hip hop musical comercial al uso y dispara la danza hacia otro estadio de la sensibilidad. Desde luego es un hip hop contaminado, especialmente con danza contemporánea, pero el que prevalece es el estilo urbano.
Tampoco es coreografía festiva ni centrada en la exhibición de virtuosismo. Todo lo contrario. Oscura y solemne, profunda y algo lúgubre, se aprovecha de la espiritualidad que desprende la partitura de Gorècki y la contagia a su danza. Elimina de los cuerpos la tensión habitual del break dance y fluye líquida con inusual delicadeza, alcanzando momentos de elegante belleza en estado puro. Transcurre plácida, haciendo emerger y volver a la oscuridad, una y otra vez, a estos diez cuerpos perfectamente entrenados y sincronizados. En su construcción sin salidas de tono, alardea de sofisticadas combinaciones de composición coreográfica y uso imaginativo del espacio escénico. Solo cuando quiere, acude al virtuosismo. Ese dueto de dos breakers rodeados por la masa alcanza categoría de pas de deux.
Pero también desarrolla un trabajo específico para la mujer y en el elenco hay casi paridad, con cuatro chicas y seis chicos, lo que constituye otro elemento distintivo, pues sabida (y criticada) ha sido la tendencia a la masculinización en el hip hop.
El mayor hallazgo reside en el lirismo y las emociones, lo que coloca a Kader Attou en posición privilegiada de coreógrafo, peldaños por encima incluso de Mourad Merzouki, el que fuera miembro de Accrorap en los inicios y cogiera vuelo en solitario con su agrupación Käfig, alcanzando importantes cuotas de celebridad. El tratamiento de la espiritualidad, en esta obra que permanece oscura hasta el espectacular momento final en el que estalla la luz por todas partes, conecta de alguna forma con la emocionada Sinfonía de los Salmos (1978) y nos hace pensar que si de joven Jiri Kylián hubiese sido breaker, su trabajo, sin lugar a equívocos, sería como el del Kader Attou en este recién bautizado clásico del hip hop escénico.